Mecanismo Social de apoyo y control en Vih


Depresión y ansiedad se ensañan con personas que viven con VIH

24.04.2022 14:11

https://www.eltiempo.com/salud/como-esta-la-salud-mental-de-quienes-tienen-vih-en-colombia-y-el-mundo-667134

 
Depresión y ansiedad se ensañan con personas que viven con VIH
De acuerdo con estadísticas del 2020 de Onusida, cerca de 37,7 millones de personas viven con VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) en el mundo, de las cuales el 84 por ciento conocía su estado serológico con respecto al VIH. Así mismo, para el año 2021, se proyectaba que cerca de 28,2 millones de personas tuvieron acceso a la terapia antirretroviral (TAR) como tratamiento a dicha condición.

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Las personas con infección por el VIH, sus familias y cuidadores pueden presentar diversidad de necesidades frente a la salud mental. En ese contexto, para este grupo poblacional, vivir con VIH se convierte en un factor de riesgo para su salud mental.
 
De este modo, los trastornos mentales aparecen como un efecto colateral de la enfermedad, pero también traen consigo una serie de problemáticas que no solo ponen en peligro la estabilidad emocional del paciente, sino también la evolución de la patología. 
 
De hecho, las cifras muestran que las personas con VIH tienen el doble de probabilidades de padecer depresión o ansiedad, que más de la mitad de los jóvenes con VIH tiene algún problema de salud mental y que el riesgo de sufrir una enfermedad mental grave puede llegar a incrementarse con el tiempo. Incluso, estudios indican que los trastornos de este tipo en las personas con infección por el VIH pueden obstaculizar el inicio del tratamiento y su cumplimiento, lo cual da lugar a desenlaces terapéuticos desfavorables.

Según los indicadores de la enfermedad registrados por Onusida, en Colombia 180.000 personas viven con VIH. De ellas, 120.000 conocen su estado y se encuentran recibiendo tratamiento. No obstante, múltiples estudios han reconocido que los problemas de salud mental pueden ser considerados factores predisponentes para el VIH/sida y sus complicaciones secundarias, convirtiéndose en patologías que determinan, entre otras cosas, la adherencia al tratamiento y la reducción del riesgo de fallecimiento.

Al respecto, un estudio multicéntrico realizado en Estados Unidos, donde se abordaron aproximadamente 2.800 pacientes positivos con VIH reportó que el 36 por ciento de ellos padecían depresión y el 15,8 por ciento, ansiedad.
 
Por otra parte, una nueva investigación concluyó que, a pesar de los diseños metodológicos (tamaños de muestra, instrumentos de recolección de información, estadio de la enfermedad), la prevalencia de depresión en personas VIH positivas oscila entre el 7,2 y el 71,9 por ciento, siendo inclusive mayor que la reportada en población general en aproximadamente un 10 por ciento respecto a un 5 por ciento.

En América Latina poco se ha investigado acerca del comportamiento de la ansiedad y depresión en pacientes positivos con VIH. Aun así, un estudio realizado en el estado del Salvador, en Brasil, donde fueron analizados los factores por los cuales los pacientes de un programa de VIH no se adherían al tratamiento, identificó que el 46,8 por ciento reportaron sentirse deprimidos. En cuanto a la medición realizada con el instrumento ‘Inventario de ansiedad de Beck’, se observó que 31,9 por ciento se encontraba en una escala leve de la ansiedad, seguido por el 27 por ciento que se encontraba en una escala moderada de dicha condición.

Parte de la respuesta a esta problemática está en el origen del estado emocional que supone el anuncio de una enfermedad por ahora incurable, cuyo estigma es factible y que carga consigo la fatiga de un tratamiento a largo plazo. Gestionar cualquier trastorno psicológico derivado del VIH es imprescindible para continuar con la meta que pretende poner fin a la epidemia de sida para el 2030.
 
Por otra parte, una nueva investigación concluyó que, a pesar de los diseños metodológicos (tamaños de muestra, instrumentos de recolección de información, estadio de la enfermedad), la prevalencia de depresión en personas VIH positivas oscila entre el 7,2 y el 71,9 por ciento, siendo inclusive mayor que la reportada en población general en aproximadamente un 10 por ciento respecto a un 5 por ciento.

En América Latina poco se ha investigado acerca del comportamiento de la ansiedad y depresión en pacientes positivos con VIH. Aun así, un estudio realizado en el estado del Salvador, en Brasil, donde fueron analizados los factores por los cuales los pacientes de un programa de VIH no se adherían al tratamiento, identificó que el 46,8 por ciento reportaron sentirse deprimidos. En cuanto a la medición realizada con el instrumento ‘Inventario de ansiedad de Beck’, se observó que 31,9 por ciento se encontraba en una escala leve de la ansiedad, seguido por el 27 por ciento que se encontraba en una escala moderada de dicha condición.

Parte de la respuesta a esta problemática está en el origen del estado emocional que supone el anuncio de una enfermedad por ahora incurable, cuyo estigma es factible y que carga consigo la fatiga de un tratamiento a largo plazo. Gestionar cualquier trastorno psicológico derivado del VIH es imprescindible para continuar con la meta que pretende poner fin a la epidemia de sida para el 2030.
 
En Colombia 

Por iniciativa de Colombia Saludable (organización sin ánimo de lucro), Pacientes Colombia (organización de la sociedad civil dedicada a la atención integral de las personas que viven con enfermedades de alto costo e impacto social) y el mecanismo social de apoyo de personas con VIH, se llevó a cabo una investigación con el fin de identificar los conocimientos, actitudes y prácticas de las personas con VIH ante la depresión y ansiedad en Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga, Cali y Medellín, en el periodo comprendido entre febrero y abril del 2022.

De acuerdo con Denis Honorio Silva, líder de la organización Pacientes Colombia, el tema de salud mental en la población que vive con VIH es una prioridad nacional por tres factores: existe alta prevalencia de depresión y problemas de salud mental en esta población, hay una subvaloración de los usuarios frente a los profesionales de psicología y psiquiatría y “actualmente no hay nadie, ni el Gobierno Nacional, ni los gobiernos locales, ni el sistema de salud, que le esté dando la importancia al tema de la salud mental, no solamente en población que vive con VIH, sino en la población en general”.

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En cabeza de la epidemióloga Diana Parra, la encuesta se aplicó a una muestra de 500 pacientes con VIH mayores de 18 años que actualmente asisten a los servicios de salud a través de una metodología cuanti-cualitativa que desarrolló entrevistas con psicólogos, así como un cuestionario de 70 preguntas.

Los resultados de la investigación arrojaron que, en general, al ser valorado el componente de conocimientos se observó que el 36 por ciento de la muestra tiene un buen nivel de conocimiento acerca de los síntomas y las características comunes de la depresión y ansiedad. Asimismo, el síntoma con el que estuvo de acuerdo el 79 por ciento de las personas encuestadas se relaciona con “tener desinterés por la vida”, mientras que el 53,4 por ciento coincide con que los síntomas más frecuentes son los relacionados con “tener malestar, dolores, dolores de cabeza o problemas estomacales que no se mejoran con tratamiento”.

Las barreras 

Acerca de la medición de las actitudes, se observó que los encuestados están de acuerdo en reconocer la gravedad de las enfermedades de salud mental y sus consecuencias, pues el 35,6 por ciento estuvo totalmente de acuerdo en afirmar que la ansiedad y la depresión son factores que afectan la calidad de vida de las personas con VIH. Sin embargo, existen barreras que impiden el acceso a servicios de manera libre y espontánea por temor y prejuicios fundamentados, los cuales requieren ser despejados para garantizar acceso oportuno a los servicios de salud.

En este sentido, entre las barreras de estos pacientes para acceder a servicios de salud mental se destacan el estigma y la discriminación social, el desconocimiento de la comunidad sobre el VIH y el tratamiento de este, las limitadas competencias del personal de salud para garantizar la adherencia al tratamiento de personas con VIH, y las barreras administrativas para la atención asistencial por el área psicosocial: actualmente se presentan más por los mitos y creencias que se tienen frente a la atención, así como los tiempos de atención cortos y citas distantes una de la otra, entre otros factores.

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“Las acciones que tomarían las personas abordadas se centran en considerar no usar medicamentos para el manejo de la depresión y ansiedad en estadios avanzados, debido a que se tiene el concepto de que el uso de estos medicamentos podría reducir el efecto de la terapia antirretroviral (TAR), así como el acuerdo observado relacionado con el bajo efecto de la misma cuando se sufre de alguna de estas condiciones de salud mental”, asegura la investigación.

Lo anterior se refleja en que el 33 por ciento de las personas consideran que tener depresión o ansiedad dificulta el efecto de la TAR y el 30 por ciento sostiene que los medicamentos que pueden ser utilizados para el manejo de dichas patologías reducen el efecto de la TAR.

Ansiedad y depresión 

Por otra parte, los resultados de la encuesta dejan ver que ante preguntas relacionadas con síntomas depresivos o ansiosos como el insomnio, fatiga o dolores de cabeza, el 37,8 por ciento de las personas dieron respuesta afirmativa a la mayoría de interrogantes en esta materia –una media que se considera el parámetro inicial para establecer una alta probabilidad de padecer las enfermedades en mención– y, de este grupo, el 64 por ciento pertenecía al sexo masculino y el 36 por ciento restante, al sexo femenino.

De los cuestionamientos que mayor cantidad de aciertos tuvieron, el relacionado con considerar “la depresión y ansiedad como una enfermedad mental grave” tuvo una proporción del 31,2 por ciento de personas pertenecientes al grupo de 29 a 39 años, en el que los hombres respondieron con mayor frecuencia afirmativamente.
En cuanto a la probabilidad de desarrollar ansiedad o depresión, el estudio logró identificar que entre las cinco ciudades donde se implementó el proyecto, Medellín encabeza la lista, seguida de Bogotá, Cali y Bucaramanga.

Teniendo en cuenta que dentro de las acciones de los servicios de salud para personas con VIH se encuentra la disponibilidad de mecanismos de tamizaje para otras enfermedades, la investigación se propuso valorar si durante el tiempo que llevan utilizando el servicio se han realizado alguna valoración que permita definir su estado de salud mental (centrado especialmente en depresión y ansiedad). Al respecto se identificó que el 42,4 por ciento de las personas responden afirmativamente y el 16,2 por ciento mencionan ser indiferentes ante la afirmación.

“Es vital reconocer que hoy en día la respuesta institucional y de la sociedad civil representa un desafío, puesto que además de enfrentarse a situaciones de estigma, discriminación y la vulnerabilidad del bienestar individual y colectivo de las personas con VIH, observar la salud mental en clave de ansiedad, depresión y sus factores asociados en la cotidianidad de este grupo poblacional se hace necesario, ya que en la mayoría de los casos no se ha diagnosticado y tratado correctamente”, concluye el estudio, a lo que se suma que la necesidad de educar en temas de salud mental es latente en esta población debido al posible desconocimiento acerca de los signos iniciales y las consecuencias que puede tener el hecho de no intervenir de manera oportuna, teniendo como premisa que las enfermedades de salud mental que puedan presentarse en este grupo son consideradas comorbilidades cuyos efectos pueden limitarse al realizar intervención oportuna.

 

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