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Editorial: Que no queden dudas

Pese a que Gustavo Morales Cobo ha dicho públicamente que la decisión de dejar la Superintendencia Nacional de Salud obedece a razones personales y a la dinámica natural de los cambios de gobierno, la última semana quedó en el ambiente la sensación de que su salida se debió a presiones de supuestos afectados por una determinación suya.

No es la primera vez que la partida de funcionarios a cargo del máximo ente de vigilancia y control del sector salud se interpreta, al menos no oficialmente, como resultado de la injerencia de terceros interesados en evitar a toda costa que sus acciones los toquen. Este no es el caso de Gustavo Morales, y eso debe quedar absolutamente claro. No se puede permitir que en el aire quede el mensaje de que en el mencionado sector hay quien quita y pone funcionarios a su antojo, particularmente en un organismo de control.

Esta superintendencia no ha tenido un trabajo fácil. Ha venido desarrollando una profunda reestructuración, con miras a darle dientes dentro del sistema, y en ese orden de ideas ha sido un pilar fundamental en el proceso de estabilizarlo, en un escenario de altísima pugnacidad entre sus actores e intereses de marca mayor.

Vale recordar que el país ya cuenta con una ley estatutaria que fija las reglas de juego para introducir cambios profundos a la salud. En tal proceso, que el Gobierno Nacional y el Congreso deben asumir de inmediato, se sacudirán estructuras, se removerán prácticas nocivas y se impondrán controles severos.

Es inevitable, hay que reconocerlo, que se pisen callos y se generen incomodidades entre los vigilados. El papel de la Supersalud será de primer orden en dicha tarea. Quien asuma el manejo de la entidad, en remplazo de Morales Cobo, debe considerar que los ingredientes fundamentales de esa labor son la autonomía, la total independencia y la clara intención de favorecer a los usuarios, por encima de cualquier consideración.

Esto incluye mantenerla apartada de intereses políticos y a salvo de apetitos burocráticos. La historia ha demostrado que sin una Superintendencia Nacional de Salud fortalecida es imposible contar con el sistema de salud que el país reclama y hace mucho tiempo necesita.